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Al comprometerse a no proponer nuevos impuestos, no aumentar las tasas de los impuestos y no reducir o eliminar los beneficios fiscales ni las exenciones existentes, el gobierno no solo sacrifica una necesaria herramienta de política pública, sino que promete que la mediocre recaudación mexicana —con todo y lo avanzado con la reforma hacendaria del año pasado— seguirá siendo mediocre hasta final del sexenio.
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