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Estoy seguro que este sabio que defiende tan apasionadamente los ataques de denegación de servicio estará encantado cuando aparque cincuenta tractores y doscientos orangutanes especialmente entrenados para tocar una vuvucela de forma incansable delante de su oficina, y diga que sólo soy un ciudadano normal y corrientes reivindicando de manera pacífica y masiva sus derechos en la calle, de una forma completamente razonable. Es, simplemente, la reacción imparable de la gente que aprecia el sentido común.