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Él pidió un beso tres minutos antes de morir calcinado. Hilda obedeció; le dio, sin saberlo, el último adiós a su esposo Alan. Ella se bajó del Chevy, subió por la computadora que había olvidado en la oficina y cuando regresó, una parte del automóvil estaba arriba de un árbol y sólo cenizas en el sitio donde su esposo la esperaba para ir a casa.