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Todavía no amanece y en el puente internacional de El Paso (Texas) ya hay una fila de mexicanos esperando entrar a Estados Unidos. Son las seis de la mañana y los faros de los automóviles iluminan el camino de cientos de personas que se apresuran para llegar a tiempo al trabajo, la escuela o a una cita médica. Hace dos días los estadounidenses eligieron como presidente al republicano Donald Trump, el hombre que llamó “criminales” y “violadores” a todos estos mexicanos que madrugan para estar puntuales en Estados Unidos. La vida en la frontera de Ciudad Juárez y El Paso sigue, pero el miedo es ahora una semilla que ha comenzado a crecer entre todos los que cruzan diariamente el río Bravo.
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