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El Partido Republicano no deja de ver nubarrones. A cada prueba electoral sienten que el efecto Trump que en 2016 les permitió ganar la Casa Blanca se diluye. El último capítulo se vivió ayer en un pequeño distrito del suroeste de Pensilvania. La anodina batalla por uno de los 435 escaños de la Cámara de Representantes se volvió un test nacional y el resultado hizo temblar a los estrategas conservadores: aunque la victoria era ayer aún incierta por la escasa diferencia de votos, un hecho era incontrovertible: los republicanos habían perdido 20 puntos respecto a las presidenciales.
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