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Una mujer llevaba tanto tiempo en un cautiverio sin calendario, televisión o periódicos, que no sabía que llevaba unos cinco años secuestrada. Y después pasaría poco más de dos años más en las redes más violentas de explotación sexual. Acumuló siete años y medio como una esclava sometida, primero, por Los Zetas y luego por los rivales “de la última letra”, el Cártel del Golfo. No es un mito. A las víctimas les colocan chips para impedir que huyan; los narcos se deshacen de los cuerpos con “técnicas” de horror, y hay clientes que pagan por torturar, y casi nadie se salva.