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No cabe la menor duda de que es imperativo limpiar adecuadamente las encimeras, nuestras manos o los utensilios de cocina que entran en contacto con los alimentos sin cocinar pero, en cambio, limpiar algunos alimentos no nos protege de posibles intoxicaciones sino que, al contrario, puede ser contraproducente.
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No cabe la menor duda de que es imperativo limpiar adecuadamente las encimeras, nuestras manos o los utensilios de cocina que entran en contacto con los alimentos sin cocinar pero, en cambio, limpiar algunos alimentos no nos protege de posibles intoxicaciones sino que, al contrario, puede ser contraproducente.

Recientemente la Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos ha enumerado en su artículo Should You Wash All Food? (¿Debes lavar toda la comida?) unas instrucciones básicas de lavado de alimentos.Veamos pues:

Siempre hay que lavar:

  • Frutas y verduras cuya piel comemos: hay que lavarlas cuidadosamente para disminuir la presencia de bacterias, tierra o pesticidas. Enjuágalas con agua fría antes de comerlas, incluso aunque sean ecológicas, para evitar la propagación de patógenos dañinos.  Pero no utilices jabón ya que algunas partículas podrían ser absorbidas por las superficies porosas de los productos frescos. Finalmente, conviene secar con un paño limpio o papel de cocina el alimento en cuestión para reducir al máximo las posibles bacterias dañinas.
  • Frutas y verduras con piel que no comemos: melones, plátanos, aguacates, naranjas, limones… aunque no se coma la piel es bueno lavarlos para evitar una trasferencia no deseada de bacterias al pelar o trocear algunas estas frutas.
  • Latas, botes y tapaderas: conviene pasarlos por agua también como medida de precaución frente a bacterias presentes en el envase que podrían alcanzar los productos contenidos al proceder a la apertura. También se deben lavar las latas de bebida.

No es necesario lavar:

  • Carne cruda: existen algunas investigaciones que advierten que el lavado de la carne puede propagar bacterias patógenas, por lo que sólo aumentaría el riesgo de contaminación. Por ejemplo, si lavamos el pollo, sus bacterias se transmiten a las manos. Las gotas de agua salpicarán la ropa, la tabla donde cortemos o el recipiente donde apoyemos el pollo. Cuando se cocina, esta bacteria muere por las altas temperaturas, por lo que su lavado previo es innecesario.
  • Pescado: lavarlo tampoco es eficaz frente a las bacterias. Tal como sucede con las carnes, se incrementa el peligro de crear contaminaciones cruzadas.
  • Huevos: Este producto pasa por un procesamiento rutinario de lavado antes de llegar a comercializarse. Si lo hacemos, se aumenta el riesgo de contaminación cruzada, sobre todo si la cáscara se agrieta. Es decir, se facilita la entrada de posibles microorganismos hacia el interior.

 

Vía: Comer o no comer