``` `
En la plaza de Nuestra Señora de Loreto de Ciudad de México, las manos santas son las ciegas. Eso dice Maribel Aguilar, tumbada bocabajo en una camilla y con la espalda al aire. Como cada dos semanas, Cándida Barrios, masajista invidente de 44 años, trabaja la ciática de su clienta con dedos pequeños y brillantes. Se unta de aceite de almendra para resbalar mejor entre los músculos agarrotados, trazar curvas y hundirse en la piel. “Las manos son mi supervivencia”, dice Barrios. “Sin ellas, sería ciega e inútil”.
...