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Esta noche llegué a casa con una pesadilla abrazada al tobillo. La pesadilla tenía los ojos abiertos y la boca cerrada. Las pesadillas nunca hablan fuera de sus horas de trabajo. Su régimen laboral les prohibe las horas extraordinarias. Las pesadillas-esquirol se aprovechan de las siestas y los cabeceos en el tren. Un mañana me asaltó una mientras dormía de pie las musarañas.