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Esperanza, la madre, dejó la prostitución para ayudar a sus hijos proxenetas a explotar otras mujeres.
"Pasé de víctima a victimaria", cuenta Esperanza Garfias. Ella misma, dice, fue abusada desde los 5 años e inició a su hija a los 13 en el comercio del sexo.
Los Garfias, que pasaron casi 12 años en la cárcel, se dedicaron en familia a la trata de personas durante años.
"Les pegaba con un bate al que llamaba Panchito [...] hasta llegué a ponerles un petardo en la cara ", relata Mario, el jefe, al explicar cómo maltrataba a las mujeres explotadas por su familia.