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Jason Castillo se acostó a la hora habitual. Un día más en la rutina de este joven estadounidense. Pero al día siguiente, todo cambiaría para siempre. Encendió su BlackBerry y ésta comenzó a pitar y girar sobre la mesa: la bandeja de entrada estaba desbordada de mensajes. Extrañado, accedió a su cuenta de Twitter y comprobó cómo su perfil, @Qwikster, había pasado de la noche a la mañana de una veintena a tres mil followers como por arte de magia.