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l éxito durante muchos años de la estrategia de seguridad en la capital mexicana ha radicado en mirar hacia otro lado. Asociar el narco a la periferia, a barrios peligrosos, a pobres. Si no cruzas esa calle estarás a salvo. Vivir pensando que los muertos no mancharán las zonas lujosas de la ciudad, que uno de los centros más poderosos de distribución de droga y armas de la capital no está a 10 minutos a pie del Palacio Nacional. Esto no es Sinaloa, "aquí no hay narcos". Ningún señor de la droga se ha adueñado jamás de la ciudad. Sin embargo, los criminales locales "de poca monta" son capaces de pasearse por una de las zonas más emblemáticas con rifles de asalto y secuestrar a 13 jóvenes. Pueden darle un balazo a un chico de 16 años en un barrio de moda al salir de una discoteca. Y pueden provocar un operativo de la Marina.