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El abuso y el despilfarro del dinero público tampoco son exclusivos de los políticos: en las calles el mobiliario urbano está destruido, se roba la luz incluso cuando se tiene para pagarla y en las clases medias no falta la familia que sin necesitarlo solicita para el abuelito el apoyo para los adultos mayores. En la cultura pasa igual: piden becas los que no lo necesitan y los recursos se reparten entre grupos. Hemos nacido y crecido en un sistema cuyas reglas escritas y no escritas premian el agandalle y los conectes y castigan el esfuerzo.