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Cada vez es más habitual que los certámenes de belleza no terminen cuando una de las aspirantes es coronada, sino que sigue dando que hablar las semanas posteriores mostrando la cara menos amable de estos concursos. La competitividad extrema y el juego sucio entre algunas de las aspirantes es uno de los temas más recurrentes y, este año, no podía ser menos después del certamen de Miss Universo. La candidata australiana, tercera en esta última edición, denuncia ahora haber sido víctima de un complot que la obligó a desfilar con alfileres clavándose en su espalda.