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Lo más sorprendente del secuestro en México no es necesariamente la cantidad de casos, sino su transversalidad: es un problema que no distingue entre clases sociales ni el tamaño del patrimonio.
Llegué al país pensando que era un crimen que afectaba sólo a los adinerados, pero con el paso de los días supe de casos de plomeros, herreros, vendedores ambulantes, peluqueras y hasta de un barrendero que fueron secuestrados.