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Era una rutina semanal: conseguir el nuevo capítulo, descargar los subtítulos en Lostzilla y cruzar los dedos para ver si aquel era uno de esos días (pocos) en los que nos aportaban más respuestas que incógnitas. Visto en perspectiva, el éxito de Lost se basaba en una continua huida hacia delante mientras nos iban dejando por el camino miguitas de diversos tamaños, desde pedacitos pequeños hasta sus buenos panes de Burgos: un accidente aéreo predestinado, isleños esquivos y susurrantes, números malditos, iconografía egipcia, personajes con trasfondo turbio, flashbacks tramposos, un villano adorable, un monstruo vaporoso y letal, viajes en el tiempo