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En mi artículo anterior en este diario sostuve que el presidente López Obrador tiene de tal manera conquistada la narrativa pública que no había voz opositora que siquiera pudiera importunar ritos, símbolos o relatos. Y de alguna manera esto sigue siendo cierto, tan así que lo que diga, haga o deje de pensar el presidente, marca la agenda por decisión u omisión.