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"Había llorado sin parar durante dos años y cuando me lo apliqué, el llantó paró. Así, categóricamente". Daniel Valdés no tiene dudas sobre el efecto que sobre él tuvo el kambó, el veneno de una rana amazónica, la primera vez que lo probó. Su uso con presuntos objetivos terapéuticos se está extendiendo a nivel internacional y sobre todo en Sudamérica, con la promesa de curar todo tipo de enfermedades.
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