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En noviembre de 2012, un año después de que llegara al gobierno de Nayarit, el priista Roberto Sandoval abría las puertas del lugar: ante varios periodistas presumía su rancho El Sueño en Aután, municipio de San Blas, adquirido, según él, a crédito. “Poco a poco”. Se trataba de 60 hectáreas de evidente prosperidad agrícola, con modernos sistemas de riego y un lago artificial. Sesenta hectáreas y cientos de caballos de crianza. “No tengo purasangre”, decía entonces, aunque la fuerte bestia que cabalgaba frente a las cámaras, un pinto de hermosa cabellera blanca, tenía la facha de todo menos de barato. Él mismo lo decía: los suyos eran briosos caballos de las razas española y azteca.