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Me ofrecieron escribirlo y dirigirlo, pero tenía dudas. A los tres minutos fui yo el que llamó al productor, prohibiéndole que se lo ofreciese a otro. No hablé nunca con el autor, Will Eisner, del asunto, y dudaba si podría llegar a la altura. Pero después me di cuenta de que Will me hubiese dado un guantazo por ser tan cobarde: era un maestro muy estricto, y no le gustaban nada los cobardes.