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El mundo emergente se había acostumbrado en los últimos tiempos a una extraña sensación de calma. Los enormes volúmenes de liquidez acumulados tras años de políticas monetarias expansivas en las economías avanzadas habían rebosado las Bolsas y los mercados de bonos, llegando también a los activos de los países en desarrollo. Pero la volatilidad es inherente a su propia naturaleza emergente y, antes o después, vuelve a tocar a su puerta. Esta vez, la causa ha sido una combinación de factores que van desde el fortalecimiento del dólar estadounidense por la subida de tipos de interés en la primera potencia mundial hasta el efecto contagio de las dificultades argentinas, pasando por las expectativas de mayor inflación y la creciente percepción de proximidad del fin de ciclo económico. Un cóctel que amenaza con convertirse en un quebradero de cabeza en América Latina.
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