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Carlos Romero Lira, de 51 años, lleva dos camisetas, una sudadera, una chamarra con capucha, un sándwich y más de 15 horas de pie a sus espaldas. En su puño izquierdo le tatuaron el número uno. Fue el primero de los más de 2.000 afectados por el sismo de magnitud 7,1 que acudieron este jueves desde la madrugada para recaudar un cheque de 3.000 pesos (unos 162 dólares) durante tres meses que había prometido el Gobierno para aquellos que han aprendido a convivir con las preocupantes grietas de su casa. Y para los que no han podido entrar en ella desde el pasado 19 de septiembre. Y, también, según las cuentas del propio Gobierno, para muchos otros que no tienen nada que ver y han sabido cómo sacar partido. Estos cheques son hasta ahora la única ayuda económica tangible para los damnificados.
Hasta este martes, el Gobierno de la capital había repartido casi 50 millones de pesos sin haber verificado el total de las peticiones. Después de una semana, se han dado cuenta de que al menos más de tres millones han ido a parar a gente que proporcionó información falsa sobre sus viviendas.