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Después de la euforia, el desencanto. El pasado mes de febrero: la NASA hacía un sensacional anuncio: se había descubierto un sistema de siete planetas rocosos de tamaño similar a la Tierra orbitando a una sola estrella, la TRAPPIST-1. Esta enana roja –astro ultrafrío un poco más pequeño que Júpiter– está solo a 39 años luz de nuestro planeta. Y además, por si fuera poco, sus mundos (sobre todo los tres más cercanos a la estrella) podrían albergar agua en estado líquido, condición ineludible para que se desarrolle la vida tal y como la conocemos. “Hoy por hoy, este sistema extrasolar es nuestra mejor apuesta”, llegó a decir Brice-Olivier Demory, uno de los autores del hallazgo. Los ojos de los exobiólogos debían apuntar allí.