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El poder militar pidió perdón. Por primera vez en la historia de México, el jefe de las Fuerzas Armadas se disculpó públicamente por un caso de tortura. Ante 26.000 soldados, el general de división y secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, calificó la violencia ejercida por dos militares sobre una detenida de “repugnante, lamentable y deplorable” y lanzó una advertencia que sonó como una orden directa para una institución inmersa desde 2006 en una sangrienta y brutal lucha contra el narco: “Quienes actúan como delincuentes, quienes no respetan a las personas, quienes desobedecen no sólo incumplen la ley, sino que no son dignos de pertenecer a las fuerzas armadas”. Un mensaje que, después de años de oídos sordos y desgaste político, parece augurar un cambio de rumbo en el impenetrable Ejército mexicano.
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