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Hubo un antes y después del 28 de octubre de 2016. Ese día, a falta de 11 jornadas para la conclusión de la campaña electoral más abrupta de la historia moderna de Estados Unidos, el FBI dio un paso que nunca le será perdonado por los demócratas: hizo público que reabría la investigación sobre los correos privados de Hillary Clinton. El anuncio hizo saltar todas las alarmas y, aunque a los pocos días acabó en carpetazo, llevó a Clinton a culpar al director del FBI, James Comey, de haber contribuido conscientemente a su derrota frente a Donald Trump.