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México vivió una crisis política en 2006. El 1 de diciembre de aquel año el nuevo presidente de la República tuvo que colarse entre gritos y jaloneos para rendir protesta en la tribuna del Congreso de la Unión y cumplir así el protocolo constitucional. Los partidos que habían reclamado fraude desde los días posteriores al 2 de julio —en una elección definida por apenas 0.56% de los votos— habían bloqueado los accesos para impedir que Felipe Calderón tomara protesta, nombrar a un presidente interino y convocar así a una elección extraordinaria.