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Hace un año, en mayo de 2017, un venezolano con salario mínimo tenía que dedicar casi una jornada entera de trabajo, 7 horas y 24 minutos, para comprar un kilo de pollo. La inflación disparada que acusa el país ha inflado aún más ese precio, de por sí ya enorme, en solo un año. Ahora, para conseguir el mismo producto, el mismo trabajador tiene que dedicar 88 horas: 11 días. En 2014, ocho de cada diez familias venezolanas compraban pollo semanalmente. El año pasado (últimos datos disponibles), solo tres.
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