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Viaja en clase turista, se fotografía con todo el mundo, deja que lo besen, abracen o lo tomen por la cintura, y sólo cinco personas desarmadas y sus amuletos lo cuidan. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pone a temblar a policías y azafatas cuando sube a un avión comercial.
“Cuando tiene que atravesar todo el aeropuerto para abordar es lo peor… la gente se le abalanza. Si un día alguien quiere hacerle algo no podremos impedirlo porque no le gusta que lo custodiemos”, advirtió el oficial.
“Ya no puedo andar así. Tiene que usar la sala VIP”, concluyó el policía que prefirió guardar su anonimato.