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Durante la historia de la humanidad, morir de cáncer de pulmón era una verdadera rareza. Sin embargo, el consumo masivo de tabaco, que comenzó a finales del siglo XIX, causó una epidemia mundial. La relación entre el hábito de fumar y el cáncer comenzó a demostrarse en los 40 y a finales de los 50 las pruebas ya eran irrefutables. Sin embargo, en 1960 solo un tercio de los médicos de EE UU creían que el vínculo entre la enfermedad y el tabaquismo era real. A esa confusión de los médicos y la ciudadanía contribuyó también la ciencia. En 1954, Robert Hockett fue contratado por el Comité de Investigación de la Industria del Tabaco estadounidense para poner en duda la solidez de los estudios sobre el daño de los cigarrillos.