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En pleno proceso de producción de uno de sus proyectos audiovisuales, José Villalobos se encontró hace seis años con José García. Transitaba las calles de México a lomos de su caballo, cuando el director se quedó hipnotizado por su presencia. Era todo un charro mexicano. Se mostró ante él como una persona abierta, segura de sí misma y que, como buen charro, vivía rodeado de música, tequila, pistolas y mujeres. Pronto, la fachada mostró sus grietas y tras ellas se encontró a un hombre portador del virus del VIH que amaba la vida y a su familia.