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Hace como unos 5 años me llegó el primer mensaje electrónico de este tipo. Decía algo así como que el difunto señor Bakela, alto funcionario del banco central de Nigeria, había dejado como herencia una cuenta de dinero, el cual, según el remitente, era imposible de recuperar en ese país debido a las condiciones violentas imperantes y a que el Sr. Bakela era perseguido por el gobierno. En suma, pedían mi ayuda para transferir unos 20 millones de dólares americanos a mi cuenta y después reenviarlos a otra cuenta en el extranjero.