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En muchas comunidades de Durango, Chihuahua y Sinaloa –entidades que forman el Triángulo Dorado del narcotráfico– las elecciones se convierten cada tres años en un círculo perverso que sólo exacerba la violencia y la inseguridad, comentan a Proceso dirigentes políticos y representantes electorales. En esos territorios inhóspitos, la delincuencia organizada hace huir a los lugareños de sus comunidades e impone o quita a candidatos.