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La demonización es una de nuestras simplificaciones favoritas. La inquina es un gozo que se disfruta colectivamente. Satanizar es un desahogo gratificante y divertido. Al encontrar al villano todopoderoso, el mundo se aclara. Todos los problemas que padecemos derivan de su maldad. No necesitamos mucho esfuerzo para comprender lo que sucede y para sentirnos libres de cualquier responsabilidad. Basta con concentrarnos en los abusos del villano. Contarnos una y mil veces las anécdotas de su ruindad. El malvado siempre hace de las suyas y tiene al mundo como rehén. La solución por ello puede exigir heroísmo pero es elementalmente simple: sacrificar al malévolo