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Roma fue saqueada en el año 410 por los godos de Alarico. Era la primera vez en 800 años que la ciudad sucumbía ante el poder de las armas enemigas. El acontecimiento generó un hondo impacto entre los contemporáneos, que todavía creían firmemente que Roma, la ciudad eterna, reinaría por siempre. Un claro ejemplo es el testimonio de San Jerónimo, quien en una de sus obras diría al respecto: In una urbe totus orbis interiit (en una ciudad perece el universo entero).