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Por lo visto, una de las más agudas preocupaciones de quienes temen y/o demonizan a los organismos modificados genéticamente (OMG) es la del etiquetado, la pretensión de que los alimentos que contengan componentes OMG lo indiquen en su etiqueta. Se trata de una preocupación un tanto extraña, la verdad, en primer lugar por una cuestión cuantitativa: si hacemos caso de los datos de la reciente encuesta elaborada por Simple Lógica, el 54,9% de los encuestados que declaran haber oído hablar de los transgénicos asegura que intenta evitar su consumo, pero solo el 38,1 % dice que se fija en si los alimentos que compra son transgénicos, discrepancia que no me parece que cuadre mucho. Pero la preocupación es chocante, sobre todo, por una cuestión legal: resulta que esa obligación legal ya existe en España y en toda la Unión Europea (y desde 2003, nada menos), de modo que la incógnita es si esas asociaciones, grupos e individuos que hacen campaña continuamente para imponer esa obligación lo hacen por pura y simple ignorancia o con la intención de meter más miedo a los OMG.
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El etiquetado de los transgénicos