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Si a usted lo que le gusta es el fútbol y no las memeces que le rodean, ya puede buscar una isla solitaria en la que recogerse y desconectar del mundanal ruido, al menos hasta que pasen las Navidades. Viene esta perorata a cuento porque ya han arrancado los millones de debates que de aquí a entonces se van a producir en torno al célebre Balón de Oro, ese trofeo que a quien esto firma le importa una higa pero que tiene un enorme prestigio en cuanto debate televisivo, radiofónico o escrito se precie. Si usted tiene algo que ver con esto del balón y sale una mañana de casa no se asuste si un viandante cualquiera le espeta: “¿Quién es el mejor jugador del mundo, Messi o Cristiano?”. Hace unas fechas a Xavi, jugador que disfruta de una merecidísima prejubilación en Qatar, le hicieron esa pregunta. Y contestó lo que le vino en gana: “No hay punto de comparación salvo que seas del Madrid”. La que se armó. Tronaron las cornetas del apocalipsis futbolístico despellejando al autor de tamaña afrenta. Y a tan ilustres jinetes se unió el propio CR, recordando que él tiene tres Balones de Oro, Xavi ninguno “y juega en Qatar, creo”. El problema es que cualquier aficionado madridista, salvo que le dé al pimple, cambiaría los tres Balones de Oro de Cristiano por las ocho Ligas y las cuatro Champions que en 15 años ganó el tal Xavi con el Barça. La duda es: ¿los cambiaría también Cristiano?
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